Luego de más de dos años de pandemia, la vida parece relativamente normal, aun cuando la sonrisa en muchos casos sigue siendo con los ojos. El comercio se reactivó, la presencialidad regresó a muchos entornos, el caos vehicular volvió… Sin embargo, a punto de cerrar el 2021, surgen muchas preguntas: ¿Cómo es la vida ahora? ¿Qué ha pasado con los colegios? ¿Y los trabajadores de la salud? ¿En qué terminó la inmunización?
Aquí un resumen de lo que nos dejó el COVID-19 en su segundo año en la tierra.
La pandemia que se declaró en marzo de 2020 ya no es la misma. No. En más de dos años la ciencia ha logrado poner a disposición del mundo más de cinco tipos de vacunas aprobadas y mucha evidencia científica sobre el virus. También hemos superado tres picos de contagio en Colombia y al 13 de diciembre de 2021, el 51,7% de la población ha recibido el esquema completo de vacunación. La situación ha cambiado: ya no toda la población es susceptible al virus, y aunque las distintas variantes, aparentemente, amenazan con volver al escenario inicial del 2020, es importante hacer un llamado a la cordura.
Las vacunas existentes previenen la mayor parte de las hospitalizaciones y muertes por esta enfermedad y en algunos casos también el contagio del virus. Esto quiere decir que día a día nos vamos acercando al estado endémico, un concepto epidemiológico en el que, si bien continúa habiendo un número importante de susceptibles, esta cifra ya no es tan alta como para producir picos descontrolados y caos en el sistema de salud. Un ejemplo de otra pandemia que se volvió enfermedad endémica fue la generada por el virus de la influenza A H1N1, en 1918 y en 2009, que finalmente se volvieron estacionarias con algunos picos en épocas de lluvia, pero sin generar el cierre de fronteras entre países, ni alarmantes cuarentenas.
La transición de un estado de pandemia a un estado endémico depende de varios factores: el número de personas que se pueden infectar, la gravedad de la enfermedad que se pueda generar tras la infección y la duración de la inmunidad tras la vacunación o la infección. Al iniciar el 2021:
Esto quiere decir que, en Colombia, entre las altas cifras de infección y la vacunación progresiva, el número de personas que se pueden infectar es cada vez menor. Ahora más que nunca, debemos abandonar el miedo y aferrarnos a la vacunación masiva, las dosis de refuerzo y la vigilancia epidemiológica.
El 15 de marzo de 2020 todos los colegios de Colombia cerraron a causa de la pandemia. Aún hoy, un 22% de colegios siguen en la virtualidad según el Observatorio de la Gestión Educativa. Esta cifra es alarmante, dado que desde finales del 2020 ya existían lineamientos internacionales que se oponían al cierre de colegios y que estimaban que dicha medida podría llevar a impactos negativos en el desarrollo psicosocial de los niños, niñas y adolescentes, el aumento de trastornos de ansiedad y violencia doméstica, entre otros.
¿Qué pasó? El cierre de colegios sin fechas específicas de reapertura, implicó la adaptación a esa nueva realidad. Las instituciones resolvieron como pudieron y la reapertura dejó de ser una opción, y pasó a ser un proceso negociado, una decisión política en donde el lado menos representado era precisamente el de los más afectados: los estudiantes.
Hubo casos, por supuesto, en donde al analizar las condiciones específicas de algunos colegios, se evidenció el hecho de que había instalaciones con condiciones inaceptables (por ejemplo, algunos sin acceso a agua potable) y se frenó el regreso hasta que estas fueran resueltas. Probablemente las condiciones de algunos colegios habrán mejorado, no hay certeza al respecto. No obstante, el costo educativo, social y económico de este cierre, todavía vigente para el 22% de colegios del país, es inaceptable.
Para terapeutas respiratorias, enfermeras, auxiliares de enfermería, bacteriólogas, técnicas en salud, médicas, psicólogas y trabajadoras sociales, el 2021 no ha tenido descanso. Todo lo contrario, desde finales de mayo hasta mediados de julio vivieron la peor parte de la pandemia en nuestro país, con más de 20.000 casos y más de 500 muertos diarios. Colombia estuvo entre los diez países con más casos por millón y en algún momento logró ser el número uno.
Además del esfuerzo y determinación, es necesario resaltar las precarias condiciones laborales en las que estas personas trabajan, incluso desde antes de la pandemia. Para junio del 2021, la deuda con los hospitales y clínicas del país ascendía a 12,6 billones de pesos, siendo el 27% de este monto correspondiente a servicios relacionados con la atención por COVID-19. Si bien el Ministerio de Salud y Protección adoptó estrategias para agilizar el giro a las EPS y con esto el pago al personal de salud, este es un problema vigente y que debe priorizarse en 2022.
Por otro lado, también han sido imparables quienes hacen parte de las Secretarías de Salud municipales, distritales, departamentales, así como funcionarios del Ministerio de Salud, Instituto Nacional de Salud, las EPS, la Supersalud y el INVIMA. Aunque su misión en muchos casos no implica contacto directo con los pacientes, estos equipos han estado al frente y sin pausa de la gestión de los servicios de salud (la realización de pruebas diagnósticas, la vacunación y la atención hospitalaria), la vigilancia epidemiológica, el análisis de datos, el diseño de campañas de información y la toma de decisiones desde febrero de 2020. Una tarea no menor en un escenario de emergencia sanitaria.
También hay que contar a las sociedades científicas que han apoyado el desarrollo de guías de manejo, revisión de la literatura en tiempo récord y la divulgación de dicha información a distintas audiencias. El COVID-19 impuso retos sobre evidencia científica a los que instituciones como el Instituto de Evaluación Tecnológica en Salud (IETS), las sociedades colombianas de infectología, anestesiología, y neumología en asocio con la Dirección de Medicamentos del Ministerio de Salud estuvieron a la altura. Estas personas tampoco han descansado y han tenido que hacerle frente a la incertidumbre del manejo de un nuevo virus con recursos limitados.
Si bien, la distribución de las vacunas alrededor del mundo ha sido desigual, en Colombia se ha logrado vacunar con esquema completo a 23 millones de personas. Esto sin perder de vista que la meta del Plan Nacional de Vacunación es inmunizar a 35 millones de individuos que representan el 70% de la población colombiana.
El surgimiento de los antivirales como tratamiento para COVID-19
Otro de los principales avances frente a la infección por SARS-CoV 2 durante el 2021 fue el desarrollo de diversos antivirales que buscan la reducción del riesgo de hospitalización y muerte. Bajo esta lógica, la vacunación y los antivirales se convierten en una opción para continuar luchando contra esta enfermedad.
Actualmente, el único medicamento antiviral que se encuentra aprobado por la Administración de Medicamentos y Alimentos (FDA por sus siglas en inglés) es el Remdesivir. No obstante, diversos laboratorios siguen en la labor de diseñar fármacos que impidan la multiplicación del virus una vez ingresa al cuerpo humano.
El 2021 aceleró el desarrollo de vacunas contra otras enfermedades
Sin duda, el otro magnífico logro que ocurrió en 2021 fue la introducción de la vacunación contra la malaria, una enfermedad que es la primera causa de mortalidad en niños y niñas menores de cinco años en África Subsahariana. Luego de múltiples estudios experimentales, la Organización Mundial de la Salud recomendó la vacunación en zonas con alta transmisión del parásito. El desarrollo de esta vacuna -RTS,S/AS01- previene el paludismo causado por el Plasmodium falciparum. Sin embargo, las medidas preventivas como el uso de mosquiteros y la vigilancia epidemiológica deben continuar.
En relación con el Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH) si bien, el desarrollo de antirretrovirales cambió el pronóstico y la calidad de vida de los pacientes que padecen la infección, hoy más que nunca se ve cerca la posibilidad de contar con una vacuna contra este virus. Durante el 2021 se dio inicio al ensayo clínico de la fase I de la vacuna contra el VIH, cuyo fin es evaluar su seguridad.
La pandemia por COVID-19 es sin duda el evento en salud con el mayor volumen de datos generados en tiempo real y en escalas transnacionales. Si bien la producción de datos está mayoritariamente en manos expertas respaldadas por instituciones de salud nacionales e internacionales, es notable que los consumidores de esta información se han multiplicado y diversificado.
Los datos relativos a la pandemia han sido traducidos en incontables tableros, reportes, infografías e hilos en redes sociales y se han convertido en objeto de consumo diario y masivo. Esto ha permitido un acercamiento y apropiación de los datos por parte de la sociedad civil. Asimismo, las instituciones responsables de atender y administrar la crisis sanitaria han buscado formas de divulgar datos y dialogar con diversas audiencias que no son necesariamente expertas en el campo de la salud.
Es valioso que la ciudadanía, y no exclusivamente las comunidades de expertos, soliciten datos de la pandemia, hagan preguntas sobre el comportamiento de esas cifras y en general, encuentren en esta información sobre COVID-19 un mecanismo de participación ciudadana que promueva la transparencia en el manejo de la información al respecto.
La gran producción de datos de los dos últimos años también nos deja preguntas sobre la calidad de la información con la que contamos y los sesgos asociados a la manera como la información es generada e interpretada. ¿Quiénes están excluidos de los datos y qué información asociada al género, la etnicidad y la clase es visible o invisible en las bases de datos con las que contamos hoy en día? ¿Cómo garantizar el acceso a datos abiertos sobre la pandemia cumpliendo con criterios de protección y seguridad? ¿Cómo desarrollar habilidades y capacidades de lectura y análisis de datos para que la ciudadanía continúe apropiándose de los datos en salud? La tarea aún continúa.